Sí...
Tus labios debieran ser míos,
pero lo correcto es renunciar;
Aunque tus gestos se mantienen ambiguos...
con sutiles mensajes queriéndome alentar.
Tu sonrisa que se mantiene en pie
mis escasos motivos enviados al azar:
son dos rivales llevados por el misterio
como dos fantasmas buscando infinidad.
Y mis canciones latiendo sobre mi aura
mi cúmulo de sinrazones para morir.
Las palabras precisas que gritan: ¡canta!
las incorrectas ideas que me hacen seguir.
Pero le perteneces a tus dudas,
quizás... tan sólo... perteneces a tus miedos.
Le perteneces a tu almohada blanca,
a tu deslucida fuerza de abandonar castillos
y atreverte a navegar.
Y quizás sólo existe el constante presente
con deudas pactadas antes del ayer;
confusas revoluciones que abandonan las armas
ante el silente e impreciso mañana del rival.
No...
No es lo correcto detenerme ahora,
siendo mi único cómplice... el vacío.
Declino a la cobardía de un incierto,
y a cada segundo que viene y pasa.
Sí...
tus labios debieran ser míos;
lo debiera ser el azar.
Lo es mi fuerza de revelarme ante lo infinito
lo son los castillos... en medio del mar.
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